Por Fernando de Giles
Gurdulú, fiel escudero de Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corben-traz y Sura, hacia el final de la historia que nos cuenta Italo Calvino bajo el título "El caballero inexis-tente" habla con Torrismundo (recién nombrado conde por Carlomagno):
— A mi amo busco. — ¿Dentro de una botella? — Mi amo es uno que no es; así pues, tanto puede estar en una botella como en una armadura.
Este diálogo es a mi entender uno de los ejemplos más claros que pueden explicarnos el fenómeno de la abstracción plástica. El mismo personaje de Italo Calvino, este caballero que no existe y cuya repre-sentación viva es solo la brillante y blanca armadura, es en sí mismo un ejemplo de abstracción: conserva todos los atributos imprescindibles para ser un humano: piensa, luego existe. Pero no tiene soporte carnal y por lo tanto no existe para la mirada ajena. Mejor explicación del hecho abstracto es difícil de encon-trar. Me refiero a la abstracción que practica el figurativo Alfredo Piquer.
No es una paradoja esta de unir figuración y abstracción como tampoco lo es existencia y no exis-tencia en el Caballero Inexistente de Italo Calvino. A la abstracción se puede llegar —hablamos ahora de pintura o escultura, de artes plásticas— por diversos caminos. Uno de los más comunes es el de la abs-tracción previa, es decir, al planteamiento estético a partir de una pura idea estética sin sostén alguno de referencia figurativa identificable. Es el expresionismo abstracto. Otro de los caminos, también muy corriente en la historia del Arte, es el de la abstracción por reducción del objeto figurativo: si partimos de una manzana, por ejemplo —y como ejemplo más manido— podemos, por reducción plástica, llegar al círculo de color plano tras haberla partido por la mitad y pasar por el esquema del núcleo de la semilla, la verticalidad de la línea divisoria de los hemisferios del fruto y la circunferencia "amanzanada" de su representación periférica. Es la abstracción geométrica. Una tercera vía hacia la abstracción es la de la selección de una parte identificadora y definitoria de un todo propuesto. Esta parte por sí sola no es ese todo pero sí su aspecto familiar. Al despojarlo del entorno figurativo en el que es elemento fundamental, estamos cometiendo la abstracción. Se llama a este proceso surrealismo abstracto porque en él interviene muy decisivamente cierta subversión intencional nacida del subsconsciente del artista. Es una combinación en cierto modo paradójica ya que combina un proceso irracional como es el hecho surrealista con una definición final razonada que es el hecho abstracto. La pintura de Alfredo Piquer está muy cerca de este último concepto de abstración plástica pero no se ajusta del todo a él. Lo explicaremos.
Una de las etapas últimas de la pintura de Alfredo Piquer es aquella en la que el argumento de sus obras reside en representaciones figurativas de caballeros medievales provistos de armaduras. En cierto modo son caballeros inexistentes nacidos de un concepto estético pero que concluyen en el espíritu y la ideología del personaje de Italo Calvino que nace de un concepto literario. El motor que hace animar al caballero de Calvino es la abstracción de los atributos caballerescos medievales destilados de toda la cos-mología histórica y literaria de La Tabla Redonda y el imperio de Carlomagno. Atributos que el escritor encierra en una armadura metálica que es la representación emblemática de todo ese mundo. El motor que anima a los caballeros de Alfredo Piquer es la máquina, considerada ésta como esencia del todo con-ceptual: caballero, armadura, caballo, peto lanza, penacho, etc. son todos elementos de una máquina. Estos caballeros no tienen animación humana porque han sido reducidos a la funcionalidad. Como máquinas que son tienen una aplicación práctica: en este caso la de luchar. Pero como objetos de repre-sentación plástica, no descriptiva, son un hecho estético. En definitiva son una abstracción conceptual representada en una figuración plástica.
En el catálogo de una exposición que Alfredo Piquer realizó en 1986 con sus cuadros de caballeros, el artista escribe: "Máquina es continuidad evolutiva desde las formaciones cristalinas minerales, la estruc-turalidad abstracta de los exoesqueletos, de los fósiles de los saurios gigantescos hasta los más sofisticados proyectos de los útiles humanos, los arneses de guerra medievales, los motores sin número, las sondas solitarias que exploran los confines del sistema planetario". Este concepto de máquina, que no es por supuesto un concepto cibernético, es el que el artista nos da para justificar su abstracción. En cierto modo es una superación moderna del mito de la caverna platónico. Es el concepto de la reducción al absurdo de la función mecánica de las cosas para, una vez desprovistas de su utilidad, elevarlas a la categoría de cosas artísticas, objetos plásticos separados de toda ideología utilitaria y animados por el espíritu del arte total.
La actual exposición es una consecuencia inmediata de esta etapa de los caballeros. Aquí, la máquina ha perdido definitivamente no sólo todo su sentido funcional, sino también su sentido represen-tativo. Aparentemente son estos cuadros reducciones de un todo identificable. Mecanismos motores, palancas, engranajes, tornillos, metales que tienen una función en vagones de ferrocarril o elementos trac-tores. Sin embargo han sido abstraídos a través de un proceso ideológico-plástico para convertirlos en pinturas en el más puro y amplio sentido formal. Los elementos familiares que componen estas obras nos explican el mundo del que proceden pero son incapaces de detallarnos científicamente su exacta y ciberné-tica función. Son máquinas, pero sólo nos proporcionan la intuición de su utilidad, no la utilidad precisa de cada uno de sus elementos físicos ni de su función totalizadora. El artista los ha recogido no por su valor funcional sino por su valor estético. Este valor estético tiene una identificación inmediata de con-temporaneidad, nos representa un mundo en el cual existimos actualmente y nos enseña a gozar de las posibilidades artísticas que tiene este mundo. Creo que fue un poeta americano quien dijo que la identifi-cación definitiva de nuestro mundo contemporáneo sería el reflejo de los rascacielos de acero, cemento y cristal en la superficie negra y opaca de una charco de petróleo. Esta idea, esta imagen, no es mas que la traslación abstracta del mito platónico de la caverna. Nuestra caverna contemporánea es el petróleo que es a su vez el plasma vital de la máquina y, finalmente, el plasma ideológico de esta otra máquina que es el hombre. Este concepto ideológico está en la base de la actual obra de Alfredo Piquer y por ello estos cuadros deben ser contemplados como obras abstractas. No por reducción, ni por abstracción surrealista, ni por informalismo esquemático. Porque estas obras son el producto estético de un pensamiento abstracto e integrador del mito del hombre contemporáneo. Además, y esto salta a la vista, están extraordinariamente bien pintadas.
(Catálogo de la Exposición Galería ‘Conde Duque’ Mayo 1991)