Piedra y Metal

La piedra y el metal son elementos originarios constitutivos de la  esencialidad de la historia del planeta.

Pero, a la vez, para el creador plástico, buscador de este rastro fundamental y absoluto de Las cosas, tales elementos marcan como signos una vocación hacia determinadas formas del len­guaje artístico que definen y se identifican con la personalidad del artista y en este caso, del grabador y de litógrafo.

Todos los lenguajes tienen un problema inherente como es el de su conocimiento profundo y su dominio para poder hacer real­mente de ellos algo para lo que han sido creados: un modo de expresión.

La lucha de Alfredo Piquer es conseguir un lenguaje claro y rotun­do donde no haya lugar a las ambigüedades, sin dejar de inscri­birse en las líneas que informan la evolución del arte contempo­ráneo, pero sin minimizar ni gestualizar en absoluto los conteni­dos de lo plástico, sin renunciar a la complejidad d un lenguaje técnico ya dominado, a la personalidad de una forma de dicción propia que interpreta la estética de lo perpendicular de lo mecánico, también de lo metálico, como abstracción por encima de todo, como la estructura formal e intelectual subyacente en el pensamiento plástico contemporáneo.

Piedra y Metal son la base, los soportes de su conocimiento téc­nico y también de las referencias de sus imágenes, yunques inmersos en silencios y soledades, tesis donde se asienta y des­de donde establece su visión del mundo como un combate entre oscuridades actuales y, tal vez, claridades futuras.

Y estos son sus logros, porque la Litografía y el Grabado son, permítasenos, el tópico, alquimia que persigue no tanto la transmu­tación de la materia física, cuanto la del artífice grabador ó litógrafo. Y esta, la línea donde se inserta su tarea, por un lado, cono­cimiento y dominio de los lenguajes tradicionales gráficos asumidos y convertidos en forma personal y universal de expresión, y por otro, compromiso de la transmisión de sus técnicas, su nobleza y su sentido a otros que quieran seguir el mismo cami­no. Doy, fe de ello y lo bendigo.

Dímítrí Papagueorguíu Kastaníotí . Febrero., 1996